martes, 23 de octubre de 2007

CAPÍTULO 9


Una tranquila bruma acariciaba la ciudad. Las prostitutas muertas de las aceras se cubrían de perlas de rocío. Los leones del zoológico cazaban cebras, koalas y funcionarios del Estado.
Las bocas de incendios regaban los escaparates destrozados, empapando la piel de los muñecos de peluche.
Por encima de la bruma, el platillo volante de Roc Stormer atravesaba la atmósfera, y se cruzaba en su vuelo con otros cientos de platillos que marchaban en dirección contraria, abandonando el globo terráqueo, dejando en paz a todas las formas de vida de nuestro amado planeta...

El platillo volvió a hacer otro aterrizaje forzoso, esta vez en el parque de atracciones, donde un tiovivo hacía girar a los caballitos decapitados y el túnel del terror, por primera vez en la historia de su existencia, daba verdadero miedo.

Roc salió de la nave humeante y respiró hondo. Miró con oscura melancolía el mundo que le rodeaba; un mundo en el que la gente, consciente ya de la ausencia de peligro, salía de los sótanos y las alcantarillas para celebrar el retorno de la paz.
Se cruzaban (cantando canciones) con Roc Stormer, e ignoraban que aquel hombre de 1’79 de estatura, peinado militar y barba de cuatro días era el principal responsable de la victoria.
El Centro de Investigaciones Espaciales se encontraba a diez minutos de camino. Stormer se dirigió hacia él dando un paseo. A su alrededor, los agentes de la ley intentaban restablecer el orden, los hospitales volvían a funcionar y los grupos de protección civil rescataban a personas de debajo de los escombros.

Se detuvo frente a la fachada del Centro de Investigaciones Espaciales. ¿Estaría Kristina todavía en el interior? Por alguna inexplicable razón, Roc Stormer no quiso quedarse a averiguarlo, y empezó a alejarse en la dirección contraria.
Él trabajaba solo... él vivía solo...
Los papagayos del zoológico decían insultos memorizados, posados encima de las farolas.

- ¡Roc! - llamó una voz a sus espaldas.

Era una voz demasiado bonita para pertenecer a un papagayo...
Stormer se volvió y vio, corriendo hacia él, a la señorita Kristina Klotsny. Una vez desaparecido el peligro, volvía a ser la misma chiquilla tímida que no soportaba que la gente la mirase, que volvería a equivocarse en el piano el sábado siguiente en el escenario carbonizado del Octopus... Aunque algo en lo más hondo de su mirada daba a entender que ciertas cosas habían cambiado en su interior.

- ¿Te marchabas sin despedirte?
Roc no contestó. La señorita Klotsny buscó entre los bolsillos de su pantalón. Sus mejillas magulladas se ruborizaron mientras sacaba en su mano un llavero similar al de Roc Stormer.
Roc contempló atónito el llavero.
- Lo he robado de una tienda - confesó Kristina ligeramente avergonzada -. No es exactamente igual que el otro, ni tiene las letras, pero es el más parecido que encontré...
Stormer se quedó petrificado. Ella extendió la mano con el llavero hacia él.
- Toma... Es para ti...
Stormer alargó una mano zombie hacia el llavero y se lo guardó en el único bolsillo de su pantalón que aún permanecía intacto. Sus labios ensangrentados esbozaron una media sonrisa.
Besó a Kristina Klotsny en la frente y le dijo:

- Hasta la próxima invasión.

La señorita Klotsny, con una cortina de pelo alborotado delante de los ojos, también sonrió.

Roc Stormer se perdió entre la bruma, sin abandonar aquella sonrisa torcida, que el Destino le devolvía a él con un gesto ampulosamente sardónico.

FIN.

Títulos de crédito y Estargüei tu jevon.


Juan José Ramírez Mascaró
Madrid 9 de febrero de 2002

1 comentario:

ShOrTy dijo...

wooooaaaa, genial!!!, me quedo con tres frases para la posteriedad

-nadie jode el llavero de Roc Stormer.

-No!!, era broma, era broma.

-Hasta la próxima invasión.

XD