martes, 23 de octubre de 2007

CAPÍTULO 8

Las antenas neutrínicas de la base central de Urano empezaron a captar una extraña señal procedente de la Tierra.
El rey de Urano estaba haciendo la fotosíntesis en el tatami real. Las puertas mecánicas de la sala se abrieron con un sofisticado silbido. El monarca se incorporó con rapidez, llevándose la mano a la katana. Pero no había entrado ninguna amenaza por la puerta. Eran solamente dos de sus ninjas, que se aproximaron hacia él con pasos veloces y se arrodillaron con la cabeza inclinada en una reverencia.

- Tenemos que decirle algo importante, sensei - gorjeó uno de los ninjas.
- ¡Insolentes! ¿No os tengo dicho que no se me molesta durante mi mokuso? - y, desenvainando la katana (ssshhhhhhiiinnnnn) decapitó a uno de los mensajeros, con tal velocidad que no sabría deciros si lo hizo antes o después de pronunciar la frase.
- ¡Hemos recibido un extraño mensaje de los terrícolas, sensei! - se apresuró a decir el otro, antes de que su señor le separase la cabeza del cuerpo.
- ¡Cáspita! - exclamó, debidamente traducido a nuestro idioma, el rey de Urano.

Cuando el soberano llegó al tatami de la sala de comunicaciones, todos los ninjas de la habitación inclinaron la cabeza a modo de saludo.

- ¿Dónde está ese mensaje? - quiso saber... ordenó saber... el rey de Urano.
- Le hemos aplicado todos nuestros programas de traducción - le informó el ninja experto en telecomunicaciones. - Pero seguimos sin comprender lo que dice, sensei.
- ¡Ineptos! - estalló el sensei uranita, decapitando al experto en telecomunicaciones - ¡Poned el mensaje en la pantalla!
Un ninja manipuló el teclado esférico con dedos temblorosos, y en la pantalla aparecieron varias figuras geométricas que decían:

HABÉIS JODIDO MI LLAVERO.

- ¡Mil millones de shurikens! Es el enigma más inescrutable al que nos hemos enfrentado - observó el rey. - ¿Qué recórcholis querrán decir con esto?[1]
- Será algún mensaje en clave de las resistencias terrícolas.
El rey de Urano se quedó pensando, con la negra mano en la negra barbilla.
- ¿Podemos localizar la señal? - preguntó.
- Sí, sensei - respondió el nuevo encargado de telecomunicaciones.
- Pues mandad un platillo y capturad a los responsables. Los torturaremos hasta arrancarles todas las respuestas.

Las dársenas de la base central se abrieron, y un platillo volante salió de ellas y surcó los espacios vacíos en dirección a la Tierra, desandando el camino de la señal emitida por el transmisor-Alfa.
Esto le llevó hasta el Centro de Investigaciones Espaciales.
Dos de los tres ninjas que viajaban en el platillo se dispusieron a salir por la compuerta, mientras el tercero controlaba los mandos del platillo para acercarse todo lo posible.
Las compuertas empezaron a abrirse. El ninja más cercano a ellas se asomó al exterior, para estudiar la situación. Entonces, una robusta mano le agarró del cuello y lo lanzó hacia atrás con desmedida fuerza, haciéndolo colisionar con el segundo ninja.
Cuando ambos alienígenas se recuperaron de la conmoción, lo primero que vieron fue la suela de las botas militares de Roc Stormer aplastándoles la cabeza. Sonó ese ruido de cucarachas pegajosas machacadas.
El ninja que conducía se alarmó ante aquel sonido agorero, y se dio la vuelta con presteza para ver lo que ocurría. Sin embargo, lo único que vio fue la cabeza de Roc a cinco centímetros de su cara.

- Buuuuuuu - le asustó Roc Stormer, y lo dejó inconsciente de un cabezazo. Acto seguido, lo degolló con las propias llaves de su llavero, manchándose las manos de aquella sangre espesa color café.
Apartó al ninja del sillón. Se sentó en él (en el sillón, no en el ninja) y trató de traducir las figuras geométricas del cuadro de mandos. Encontró el botón de cerrar compuertas, y las cerró. Luego le tomó el pulso al volante.
No parecía excesivamente difícil... No se diferenciaba demasiado de un helicóptero. Y cuando ya supo con seguridad cómo moverse en cada dirección, sacó de su bolsillo el mapa estelar ensangrentado y lo desplegó junto al parabrisas. Buscó el punto que representaba a Urano en el mapa y, una vez lo encontró, empezó a conducir a ojo en aquella dirección.
La nave ascendió con velocidad... atravesó la atmósfera... y en el interior un decidido Roc Stormer pisaba el acelerador a fondo, dejando atrás la rojiza superficie de Marte, colándose entre las piedras del cinturón de asteroides, rodeando Júpiter por la izquierda...
A la mitad del camino había empezado a divisar con claridad un punto en el cielo que se parecía bastante al Urano del mapa. Enfiló hacia ese punto, que se fue haciendo más grande... y más grande... y más grande...
Un gorjeo uranita sonó en los altavoces del puente de mando:

- Atención platillo 564. Está usted efectuando una aproximación no autorizada. Solicite su permiso de aterrizaje...

Pero Roc Stormer no estaba de humor para solicitar permisos de aterrizaje.

- ¡Se ha vuelto loco! ¡Viene hacia aquí! - gritaban los acentos uranitas por el altavoz - ¡Cierren las dársenas!

Stormer vio a través del parabrisas cómo las compuertas de las dársenas se empezaban a cerrar. No le iba a dar tiempo a pasar por ellas, pero un hombre que se tira a la fosa abisal de San Lewis sin equipo de buzo no cambia la trayectoria de su nave por una minucia como ésa. Las compuertas ya sólo mostraban una rendija sin cerrar. Stormer se dirigió hacia ella... y comprobó con algo de alivio que esa rendija era del tamaño exacto de la nave, que entró rozando el marco de la puerta y efectuó un aterrizaje forzoso en el interior de la base.

Desabrochándose el cinturón de seguridad, Roc cogió el mapa estelar entre sus manos y salió al exterior.
Se encontró con una recepción de uranitas armados con katanas. Desarmó al primero en atacar y le rompió el cuello. A continuación partió por la mitad al segundo. El tercero, que intentaba atacarle por la espalda, recibió un codazo en la cara... y una hoja de uranina clavada en el estómago.
El resto de uranitas de la base ya se acercaba dispuesto a combatir. Roc Stormer desclavó la katana de las tripas del ninja y los amenazó con una postura de guardia.
Todos los ninjas dejaron de avanzar y adoptaron también posturas de guardia.
Mientras mantenía la katana levantada con una mano, Roc desplegó en la otra el mapa estelar del Centro de Investigaciones Espaciales.

- He venido a devolveros esto - dijo al tiempo que les enseñaba el mencionado mapa.

En él, escritas con sangre científica, había unas figuras geométricas que decían:

ENFERMOS DEL SISTEMA SOLAR.

Seis de los ninjas se rieron a carcajada limpia y se lanzaron contra Stormer. Éste los despachó con rapidez, metiéndoles la katana donde más les dolía.

- He venido a ajustar cuentas con vuestro jefe - anunció Roc -. Los demás podéis interponeros en mi camino, y morir; o quitaros de en medio... y vivir.

Como accionados por un mismo mecanismo, todos los ninjas se apartaron a un lado, dejando paso a su sensei, que avanzaba con paso altanero hacia Roc Stormer, con la katana apuntando hacia el suelo en señal de despreocupación.
El rey de Urano era algo más grande que los demás ninjas, mucho más musculoso y bastante peor renderizado.
Roc Stormer le miró directamente a los ojos, en señal de desafío, y arrojó al suelo su katana de uranina. El rey de Urano entendió la señal, y también tiró al suelo la suya.
Ambos se pusieron en guardia. La guardia del ninja era mucho más sofisticada, pero la rígida guardia de Stormer parecía alimentada por la ira. Los demás ninjas empezaron a formar un círculo alrededor de ellos. Stormer y el sensei también empezaron a moverse en círculos, acercándose lentamente el uno al otro.
Los uranitas golpeaban el suelo con sus katanas para animar a su señor. El combate empezó. El rey de Urano envió un puñetazo a la cara de Stormer. Roc lo esquivó sin problemas y lanzó un rodillazo hacia el costado del ninja, que también interceptó el ataque sin demasiadas complicaciones. A partir de ahí, todos los golpes fueron rápidos y certeros, y todos fueron esquivados por los destinatarios. Había bastante nivel en el combate.
El sensei lanzaba una patada giratoria a la cabeza de Stormer. Éste bloqueaba la pierna del ninja y lo hacía caer al suelo con un barrido. Pero el ágil contrincante parecía rebotar en el suelo con su negra espalda, y en cuestión de décimas de segundo era él el que tiraba al suelo a Roc Stormer, golpeándole en el pecho con las dos piernas. Roc tampoco permanecía en el suelo demasiado tiempo. Rodaba con habilidad, haciendo que el puño del sensei se estrellase contra el duro suelo, y también en menos de un segundo se había incorporado.
La cosa estaba muy igualada. El rey de Urano no lo tenía previsto. ¿Un simple terrícola haciéndole frente a él? Por eso el desconcierto jugaba en su contra... y decidió que había llegado la hora de utilizar las traicioneras estrategias de los ninjas.
Stormer se acercó, dispuesto a boxear a corta distancia. Apenas tuvo tiempo de retroceder cuando descubrió al ninja sacando algo de debajo de la solapa.
El rey de Urano tenía un cuchillo de uranina en la mano... y Roc Stormer se dio cuenta de que un corte sangraba su mejilla. Se llevó la mano al corte, dando rienda suelta a una cólera que acrecentaban los ruidos de las katanas de los ninjas sonando contra el suelo.
El sensei se acercó, haciendo amagos con el cuchillo negro.
Roc no era la clase de persona que caía dos veces en la misma trampa... y estaba furioso.
Cuando el ninja lanzó la segunda cuchillada, atrapó el negro brazo entre sus manos y le estrujó las articulaciones, hasta que el rey soltó el arma con un estridente chillido. Cuando el cuchillo chocó contra el suelo, derribó a su dueño con un potente manotazo.
El ninja rodó por el suelo; cuando quiso incorporarse notó cómo Roc lo acribillaba a base de patadas en el estómago.
La balanza del combate se inclinaba a favor de Roc Stormer, pero a los ninjas no parecía preocuparles. Sabían que su señor tenía sin duda otra sucia artimaña preparada. ¿Se trataría tal vez del abanico asesino? ¿La cuchilla entre los dedos de los pies, quizá? No... fue algo más cruel que todo eso. Stormer se acercó al ninja para seguirlo machacando, y el traicionero alienígena le arrojó unos extraños polvos a la cara, que privaron a Roc de la visión.
Nuestro amigo regocijó a los ninjas con un sincero grito. Los ojos le picaban horriblemente... y allí estaba el rey de Urano para hacerle olvidar ese picor con dolores más intensos todavía.
Roc Stormer intentaba defenderse, pero lo único que veía era una mancha negra borrosa que le propinaba golpes por todas las partes del cuerpo.
Los ruidos de las katanas en el suelo empezaron a sonar más rápidos y más fuertes. Los uranitas vitoreaban a su señor, que en lugar de acabar con Roc Stormer de inmediato, había decidido hacerlo sufrir.
El cuerpo de Stormer chocó contra el tatami, manchándolo con las babas y la sangre que escapaban de su boca.
El rey de Urano sacó sus nunchakus y empezó a repartir golpes con ellos. Roc Stormer intentaba pararlos, pero su visión saboteada y su falta de energías convertían esos intentos en vanos fracasos.
CRACK!! Una costilla rota. CLONCH!! Un intenso dolor en el riñón. Y tras eso una patada giratoria que volvió a depositar a Roc Stormer en el suelo.
En el corro circular, los ninjas hacían sonar sus katanas cada vez más rápido. Estaban pidiendo a su sensei la sangre del intruso. Había llegado la hora de recuperar el cuchillo del suelo.
La visión borrosa de Roc detectó cómo su contrincante se agachaba, y aprovechó el momento para lanzarse hacia él. El señor de los ninjas lo estampó contra el suelo mediante una proyección de cadera y le rajó la camiseta con el cuchillo, efectuando el segundo corte de la noche.
Roc Stormer se quejó con los dientes apretados. El ninja le permitió arrastrarse, y observó complacido cómo su cuerpo dejaba una estela roja en el tatami. Se acercó con minucioso sadismo y aplicó otro corte similar en una de las piernas de Stormer. Nuestro amigo resopló, intentando contener el dolor. Los negros espectadores disfrutaban de lo lindo, y Roc Stormer escuchaba con impotencia sus abyectas risas. Pedían más sangre con sus gorjeos inhumanos, y allí estaba el sensei para satisfacer su demanda.
El cuchillo silbó en dirección a la otra pierna de Stormer. Esta vez no sería un simple corte, sino la amputación de la pierna entera. La visión nublada de Roc lo dedujo. Hizo acopio de energías y rodó por el suelo para esquivar el sablazo. La hoja del cuchillo sólo consiguió rozar la pierna, pero el efecto de aquel corte fue el peor que Roc Stormer podía imaginar: el cuchillo había alcanzado el bolsillo izquierdo del pantalón, destrozando todas las cosas que había guardadas en él. En la vista nublada de Roc Stormer, un objeto empezó a cobrar espantosa nitidez. Era su llavero, tirado en el suelo... ¡y partido en dos pedazos! Aquello no se le hacía a nadie. Era cruel... era perverso... era rastrero... Los dedos de Stormer se crisparon de furia. Algo en su cabeza comenzó a dar vueltas a mil por hora.
Se incorporó echando rayos por los ojos; por aquellos ojos que ahora sólo veían dos cosas con nitidez en los borrosos alrededores: el llavero malherido, y el hijo de puta que lo había partido por la mitad.
Los golpes de las katanas en el suelo se transformaron en un sonido sordo, lejano... El cuchillo de uranina volvió a acercarse por quinta vez, pero una demoledora patada de Stormer lo arrancó de la mano del sensei y lo hizo volar hacia más allá del corro de los espectadores.
El rey de Urano, contrariado, empezó a repartir golpes con los nun-chakus. Roc Stormer caminaba hacia el asesino como en trance. Los golpes del nun-chaku chocaban contra su cuerpo, pero él no parecía darse cuenta. Seguía avanzando sin mostrar el más mínimo indicio de dolor. El ninja retrocedía torpemente, describiendo sus inútiles golpes en el aire.
Roc interceptó los nun-chakus y los arrancó de la mano del uranita. Su brazo tembló como la mismísima ira de los dioses. El palo del nun-chaku surcó los aires con un silbido grave y reventó de un solo golpe la cabeza del rey de Urano, que cayó inertemente sobre la superficie del tatami.
Los demás ninjas dejaron de hacer ruidos con las katanas. Sus ojillos brillantes contemplaban la inmóvil figura de Roc Stormer, con los nun-chakus en la mano, terriblemente imponente, como una estatua levantada en honor al poder de destrucción del ser humano.
Bruscamente, el vencedor amenazó a los restantes ninjas con los nun-chakus. Todos retrocedieron asustados.
Las palabras de Stormer resonaron con fuerza en el interior de la base.

- Yo no quería llegar a esto, pero vosotros os lo habéis buscado. Largaros de mi planeta inmediatamente, o volveré a por vosotros. - los ninjas temblaban de pavor -. No importa lo lejos que os escondáis. Os buscaré por todo el Sistema Solar y os daré caza como a las ratas traicioneras que sois.

Roc Stormer efectuó una pausa valorativa, para que los ninjas asimilasen sus palabras. Tras unos segundos de acojonamiento general, continuó con su discurso:

- La próxima vez que tengáis ganas de bailar, buscadle las cosquillas a otro, porque yo soy de los que le pisan los pies a su pareja. Nadie jode el llavero de Roc Stormer. ¡¿Lo habéis entendido?!

Todos los ninjas asintieron con temor, y se hicieron a un lado cuando el justiciero regresó al platillo volante.
Lo observaron abrir las compuertas y despegar, sin atreverse a mover un solo músculo.
Algunos dirigían miradas humilladas hacia el suelo del tatami, en el que yacían el cuerpo decapitado de su señor y el mapa estelar con el mensaje de “Enfermos del Sistema Solar”, alborotado a causa de los propulsores del platillo.Finalmente, contemplaron cómo las compuertas se cerraban automáticamente, y cómo más allá de ellas la nave espacial se alejaba en dirección a la Tierra.
[1]Sentimos no poder evitar algunas extravagancias en la traducción. El doctor Darius Klotsny no era muy amigo de las palabras malsonantes. Por esa razón, la piedra Rosetta 2 no nos permite hacer las traducciones todo lo fieles que querríamos.

No hay comentarios: